En medio del ajuste al CONICET, los «bichos del mar» se vuelven un éxito y enfurecen a la ultraderecha

Mientras la comunidad científica de nuestro país atraviesa uno de sus momentos más críticos bajo el Gobierno de Javier Milei, una transmisión en vivo del CONICET rompió todos los récords de audiencia, generando un debate que va mucho más allá de un simple rating. En un contexto de recortes presupuestarios, despidos y el cese de becas, una expedición al cañón submarino de Mar del Plata logró duplicar los espectadores de una entrevista al propio Presidente, dejando en evidencia la tensión entre la divulgación científica y la política oficial: el debate sobre el futuro de la ciencia argentina no es solo una cuestión económica, sino una definición sobre el modelo de país en el que queremos vivir los argentinos.

La transmisión, que mostraba a los científicos explorando las profundidades del océano con la ayuda de un robot, alcanzó picos que superaron las 50 mil personas, mientras que la entrevista a Milei en el canal de streaming Neura se quedó en 31 mil. El fenómeno fue tan inesperado que generó una conexión con el público, que siguió fascinado los descubrimientos y hasta se encariñó con un pepino de mar púrpura al que llamaron «Batatita».

El éxito de la expedición no pasó desapercibido para los sectores afines al gobierno, que históricamente han criticado y descalificado a los investigadores. Recordando que el propio Milei, en el pasado, se refirió a los científicos como «supuestos» intelectuales que viven del Estado y a quienes invitó a «salir al mercado como cualquier hijo de vecino», figuras como Daniel Parisini («Gordo Dan»), Alejandro Álvarez y Lucas Sagaz Luna lanzaron feroces críticas en redes sociales. En sus comentarios, se burlaron del trabajo de los investigadores, insinuando que la exploración de la vida marina es irrelevante y que solo busca obstaculizar la explotación petrolera en el Mar Argentino. Con frases agresivas, sugirieron que era más valioso «hacer pija el suelo del mar» para generar riqueza que continuar con la investigación.

A pesar de la campaña de desprestigio y la precaria situación presupuestaria del organismo, el equipo de la expedición «Talud Continental IV» continúa con su trabajo. Su objetivo es claro: estudiar los ecosistemas marinos con tecnología avanzada para entender la biodiversidad y el impacto humano, una misión que parece estar en el centro de una de las disputas ideológicas más grandes del país.

El furor por los «bichos del mar» y la posterior polémica con la ultraderecha también pone de manifiesto un debate más profundo: el rol del Estado en la financiación de la educación pública y la ciencia. Instituciones como el CONICET no son un gasto sino una inversión fundamental para la soberanía y el desarrollo estratégico nacional. El conocimiento científico y la formación de profesionales son los pilares que permiten a un país innovar, generar tecnología propia, proteger sus recursos naturales y tener un lugar relevante en el escenario global.

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