El presupuesto 2026 presentado anoche en cadena nacional por el Presidente Javier Milei deja en claro que la economía argentina atraviesa un momento crítico sin margen de maniobra. El tipo de cambio previsto para fin de año subió de $1.229 a $1.323 pesos, un aumento cercano al 8%, y el déficit comercial reemplaza al superávit esperado: donde se proyectaban US$4.900 millones de superávit ahora se calcula un déficit de US$2.447 millones, consecuencia de mayores importaciones y caída de la competitividad.
El superávit fiscal se reduce del 2,2% al 1,5% del PBI y el crecimiento económico para 2025 baja ligeramente, de 5,5% a 5,4%. La inflación, por su parte, se eleva del 20,4% al 24,5%, con un fuerte impacto sobre los salarios, los precios de consumo y los costos de producción. Estas cifras reflejan no sólo un retroceso económico, sino también la incapacidad del Gobierno de afrontar los vencimientos de la deuda externa y de implementar políticas que protejan a la población.
La crisis se combina con políticas de ajuste que golpean a los sectores más vulnerables: salud y educación públicas, jubilados, personas con discapacidad y hogares de menores ingresos, mientras el desempleo y la desindustrialización avanzan y se profundiza la represión social. Este proyecto de presupuesto confirma un escenario de emergencia que limita cualquier expectativa de mejora y genera un fuerte deterioro del bienestar social.
Analistas advierten que estos números no son proyecciones aisladas, sino la expresión de un modelo económico que prioriza el ajuste y la deuda sobre la vida de los ciudadanos. Para millones de argentinos, el presupuesto 2026 no es un plan de desarrollo, sino un reflejo de la profundización de la crisis y de la falta de soluciones reales frente a la vulnerabilidad social y económica.