En la Provincia no esperan que Catalán cambie la relación con la Nación

El ascenso de Lisandro Catalán de Secretario a Ministro del Interior fue leído en La Plata como un gesto sin impacto real. Esta mejora salarial para Catalán viene, según el Gobierno nacional, con la misión de encontrar consensos para “implementar las reformas estructurales en las que hemos trabajado”. Para el Gobierno bonaerense, seguirá siendo solo un interlocutor formal, sin poder real de decisión para destrabar la deuda de 12 billones que Nación mantiene con la Provincia ni las obras paralizadas por la Casa Rosada.

El nombramiento de Lisandro Catalán como Ministro del Interior, tras haber ocupado hasta ahora la Secretaría del área, no genera expectativas en la Provincia de Buenos Aires. En los despachos de La Plata se lo considera apenas un cambio de rango sin capacidad para modificar la conflictiva relación con la administración de Javier Milei.

En clave de ironía, el ascenso fue retratado en memes que circulan en grupos de WhatsApp de dirigentes bonaerenses: de “Catalán secretario” a “Catalán ministro”, en alusión a la continuidad más que a un giro en la política nacional.

“Una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre”, señalaron fuentes del Gobierno bonaerense aludiendo jocosamente al slogan mileísta, y remarcaron que Catalán “es interlocutor oficial entre ambas administraciones, pero tiene poco margen de maniobra en las decisiones de Milei o de Caputo”.

En ese contexto, desde la Gobernación descartan que el funcionario pueda dar respuesta a los reclamos centrales de la Provincia: el pago de casi 12 billones de pesos que Nación adeuda en concepto de transferencias retenidas, y la reactivación de obras públicas estratégicas que fueron frenadas por decisión presidencial.

La lectura que predomina en La Plata es que Catalán seguirá cumpliendo un rol formal de enlace, pero sin peso propio en la toma de decisiones. “No es un problema de interlocutores, sino de la política de ajuste que define la Casa Rosada”, señalaron.

Con ese diagnóstico, el Gobierno de Axel Kicillof no espera cambios sustanciales tras la designación y mantiene su estrategia de visibilizar el ahogo financiero al que es sometida la Provincia, en medio de un enfrentamiento que excede lo administrativo y es una disputa política de fondo.

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