Lejos de la autocrítica, Milei celebró el espaldarazo y reafirmó que no habrá desvíos del plan. “No nos moveremos ni un milímetro del programa económico”, lanzó el Presidente, blindando la política de recortes que golpea a los sectores populares. En la misma línea, el Ministro de Economía Luis Caputo difundió el comunicado del FMI como una señal de validación externa, pese al deterioro social interno.
El guiño del Fondo se da en un escenario especialmente delicado. En las próximas semanas el Tesoro debe enfrentar vencimientos por $7,2 billones, y la salida elegida por el Gobierno es postergar el problema colocando deuda con vencimiento el 31 de octubre, apenas tres días después de las elecciones legislativas.
La maniobra traslada la presión al sistema financiero, que queda obligado a decidir si financia al Ejecutivo con el riesgo de que una derrota en las urnas altere las reglas de juego, y a la vez determina la tasa que exigirá a cambio. No es la primera vez que el mercado marca la cancha: la eliminación de las LEFI ya había encendido tensiones entre Caputo y los bancos en torno al manejo de la liquidez.
El respaldo del FMI también incluye un permiso político clave: habilitó al Gobierno a usar parte de los dólares del préstamo para intervenir en el mercado cambiario. Es decir, que Milei podrá utilizar reservas para contener el dólar durante la campaña electoral, contradiciendo su prédica de “dejar que el mercado decida libremente el precio”. El Tesoro incluso ya adelantó que actuará para frenar una corrida, lo que fue interpretado en la plaza financiera como un manotazo electoral antes que como una política de estabilización.
El mensaje del Fondo llega en un momento sensible: la inflación sigue sin ceder, la recesión se profundiza y los salarios pierden frente a la suba de precios. Aun así, el organismo que en los últimos años condicionó la política argentina insiste en que el camino es más ajuste y más desregulación.
El gobierno, lejos de tomar nota del malestar expresado en las urnas, encuentra en el FMI un aliado para redoblar la misma receta que ya mostró sus límites. La paradoja es evidente: mientras en la provincia más poblada del país el electorado le dio la espalda, desde el exterior lo alientan a seguir recortando y a gastar reservas para sostener una calma cambiaria artificial hasta octubre.