La irrupción de Shein y Temu en Argentina está desatando una crisis en el sector textil. Con ropa importada a bajo costo y envíos puerta a puerta desde China, estas plataformas captan cada vez más consumidores, sobre todo entre los de menor poder adquisitivo. Según datos de la Fundación ProTejer, en los últimos dos años las ventas y la producción locales cayeron un 21%, y en el primer trimestre de 2025 un 32% de las empresas textiles debió despedir personal.
El fenómeno no es aislado: se estima que el 67% de la ropa vendida en el país es importada, y la cifra trepa al 75% en los shoppings. En provincias como Córdoba, algunas fábricas reportan caídas de ventas de hasta el 50% y reducciones de personal del 30%. Desde la CAME advierten que las pymes textiles enfrentan una “falta de competitividad grave”, ya que Shein y Temu operan como couriers, evitando aranceles y cargas fiscales que sí recaen sobre marcas locales e internacionales con presencia en el país.
A ello se suma la práctica de dumping, señalada por cámaras empresarias: los precios de estas plataformas se sostienen gracias a subsidios estatales en China y a una logística hiper eficiente, lo que les permite vender por debajo de los costos de producción locales. “Es imposible competir en estas condiciones”, remarcan industriales del sector.
Frente a este escenario, el Gobierno nacional apuesta a la creación de un e-commerce estatal con beneficios fiscales y mayor control sobre las operaciones, buscando ofrecer una alternativa al desembarco chino. El discurso oficial sostiene que estas plataformas, al acercar productos más baratos, contribuyen a dinamizar el consumo en un contexto de caída del poder adquisitivo.
Pero el contraste con lo que plantean las cámaras empresarias y gremios textiles es profundo. Para ellos, las medidas de Nación son tardías e insuficientes, porque el problema central es la falta de control aduanero que permite la entrada masiva de productos sin pagar impuestos ni aranceles. “Si no se protege a la industria nacional, se consolida la desindustrialización y el desempleo”, advierten.
El debate se vuelve político: de un lado, el Gobierno nacional busca mostrar sensibilidad hacia los bolsillos de los consumidores, aún a costa de la industria. Del otro, provincias, cámaras y gremios piden un modelo de desarrollo que priorice la producción y el trabajo argentino. La disputa por el rumbo económico vuelve a tener en la industria textil un escenario emblemático.
En ese sentido, desde la Fundación ProTejer fueron contundentes: “Los consumidores creen que ganan comprando barato, pero lo que está en juego es el empleo de miles de familias. Si el Estado no toma medidas urgentes, en poco tiempo la Argentina no tendrá industria textil”.