La abrupta suba de tasas de interés para depósitos a plazo fijo, que en algunos bancos alcanza una Tasa Nominal Anual del 45%, no solo refleja la competencia entre entidades financieras, sino sobre todo la necesidad urgente de liquidez por parte del Gobierno nacional.
En medio de un contexto económico cuanto menos delicado, el Ejecutivo impulsa y respalda este incremento de rendimientos como parte de una estrategia para absorber pesos del mercado, reduciendo así la presión sobre el dólar y evitando que se dispare la inflación.
La lógica es clara: ofrecer retornos atractivos en moneda local para que ahorristas e inversores mantengan sus fondos en pesos, en lugar de dolarizarlos. Sin embargo, esta política también estimula maniobras de especulación financiera que, a corto plazo, pueden brindar estabilidad cambiaria, pero que a mediano plazo profundizan la dependencia de instrumentos de alto rendimiento y alto costo para el Estado.
Analistas advierten que, si bien estas medidas permiten ganar tiempo frente a tensiones inflacionarias y cambiarias, no sustituyen la necesidad de un plan económico integral que ataque las causas estructurales de la inestabilidad. Mientras tanto, el mercado de plazos fijos se ha convertido en el epicentro de la pulseada por el dólar.